“El Memorial de la Ignominia”
Javier Jiménez Espriú
“Protesto cumplir y hacer
cumplir la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes
que de ella emanan …y si no lo hiciere así, que la Nación me lo demande”. Con
estas palabras se inicia la gestión de los Presidentes de la República
Mexicana, aunque su elección se haya dado “haiga sido como haiga sido”.
Sin embargo, estas palabras
se han vuelto cada vez más un ritual hueco y sin sentido y cada vez menos un
compromiso cabal ante el pueblo, sin que este, en una espacie de martirologio
inexorable, tenga otra reacción más allá del “que podemos hacer” o el “ya ni
modo” que tantas limitantes han significado para nuestro desarrollo como Nación
independiente y soberana, para nuestro crecimiento ciudadano.
Una y otra vez, los
“Mandatarios” que debieran cumplir con lo que el pueblo manda, asumen la
posición de dueños de la Patria, ignorando a los ciudadanos e imponiendo las
normas que les vienen en gana o las que les mandan de más allá.
Con la misma letanía, los
representantes populares, que son cada vez menos representantes y menos
populares, se burlan de los principios republicanos y sólo obedecen “la voz del amo”.
Hoy nos encontramos frente a
un nuevo atentado contra la Constitución de parte quienes protestaron acatarla,
encabezado por el Ejecutivo y apoyado por quienes en las Cámaras –no así en las
recámaras-, han manifestado ya su disciplinada sumisión, pero ahora en un
asunto de gravísima importancia: la modificación de los Artículos 27 y 28 de la
Carta Magna, esenciales para nuestra seguridad energética, para nuestra
seguridad nacional y por ende para nuestra soberanía.
Públicamente, algunos de los
protagonistas del atentado han expresado que “están dispuestos a pagar el costo
político que sea”, para sacar adelante la “Reforma Energética” propuesta por el
Presidente. Se expondrán a los que sea, con tal de acatar “la voz del amo”.
Reitero lo que he escrito en
repetidas ocasiones: “que penosa es la muestra de sometimiento, de
subordinación, de sumisión, de servilismo, de abyección, al que están sujetos
quienes prefieren la comodidad de la servidumbre recompensada, a la lucha por
la libertad de manifestación y de conciencia y a la defensa de los intereses
nacionales”.
“La ignominia antes que la
renuncia”, decían los científicos porfiristas hace más de 100 años, y hoy lo
asumen como lamentable eco histórico, los neo porfiristas de la actualidad, los
que aceptan volver a entregar a las nuevas trasnacionales petroleras, resultado
de las fusiones incestuosas de las 7 hermanas, los veneros de petróleo
mexicanos, con una Reforma, que un destacado académico universitario –cuyo
nombre me reservo porque no tengo su autorización para hacerlo público, pero
que lo haré si me autoriza- ha calificado como “un ataque a las vías generales
de comunicación…neuronal”.
Pero la ignominia, si esa
Reforma llegara a consumarse, no quedará, como tantas veces, perdida en algún
escrito que no vuelva a leerse, ni sólo en la memoria de algunos que empolvará
con su paso el tiempo, y quienes participen en su consumación no quedarán bajo
resguardo, en las sombras de un anonimato protector.
Aceptada la propuesta que
esta mañana del 6 de octubre de 2013, hizo el licenciado Andrés Manuel López
Obrador, en la gran Asamblea Popular contra la “Reforma Energética” del
gobierno, los nombres de todos los que la suscriban deberán quedar grabados, en
letras negras de color petróleo, en un gran muro que deberá señalar,
escultórica o espiritualmente la enhiesta figura del General Cárdenas, con el
dedo flamígero de la historia.
Si están dispuestos “a pagar
el precio político que sea”, para hacer validos los contratos con las
trasnacionales petroleras y la entrega del sector energético, esto podrá ser
“el enganche”.
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