Zócalo de la Ciudad de México
9 de Septiembre de 2012
Lic. Andrés Manuel López
Obrador.
Pueblo de México.
Estamos aquí, en el corazón
de la República, para ratificar un compromiso con la Patria.
Pertenezco a un grupo de
mexicanos que con plena convicción y con un profundo conocimiento de nuestro
país y sus problemas y gran amor por México, suscribió el Nuevo Proyecto de
Nación que propuso Andrés Manuel López Obrador, conscientes de que era
imperioso cambiar el modelo económico, político y social, que en los últimos
treinta años ha llevado a nuestro país a mayores desigualdades, a un
inaceptable incremento del número de pobres, al estancamiento económico, a una
cada vez más crítica falta de empleos y a una enorme pérdida del poder
adquisitivo del salario, a la sobre explotación y al dispendio desenfrenado de
nuestros recursos naturales, a la
proliferación de monopolios, a la insuficiencia alimentaria, al abandono del
campo y de los campesinos, a una educación insuficiente y de baja calidad, a la
contracción del mercado interno, a la inexistencia de políticas de estado para
industrialización, desarrollo científico y tecnológico, etc., y todo ello
enmarcado en un proceso de corrupción escandalosa, contubernios y connivencias
vergonzosas que han llevado a la pérdida
de valores, a la descomposición social y a la violencia.
Propusimos un Proyecto de un
gobierno austero basado en la honestidad, la capacidad profesional, la
sensibilidad política y la transparencia, la soberanía, la preservación del
patrimonio material y cultural de la nación y la democratización de los medios
de información, que impulsara la inversión pública y la privada, la generación
de empleos y el bienestar de todos los sectores de la sociedad, respetara los
derechos humanos y el medio ambiente, acabara con la violencia, y promoviera en
un estado de paz y tranquilidad social, la participación ciudadana en las
grandes decisiones nacionales.
Un gobierno ético, integrado por una nueva clase
política nacional que pudiera llevar a cabo las urgentes tareas de
transformación de la Nación.
Pensamos, quienes acompañamos
al Lic. López Obrador en su campaña por la Presidencia de la República y lo
reiteramos en todos los foros, que era importante asumir legítimamente el
poder, para combatir y acabar con la corrupción. Los acontecimientos nos
demuestran que no es factible lograr lícitamente el poder, ante el imperio de
la corrupción y la impunidad.
De acuerdo con las normas
establecidas, el proceso electoral ha concluido, a pesar de gravísimas impugnaciones
cuyas investigaciones han sido calificadas por propios y extraños de
insatisfactorias, insuficientes, contradictorias, sesgadas, lamentables.
Continúan sin esclarecerse los más delicados agravios contra la ley y contra la
dignidad de los más necesitados.
Cuán actuales, ante los
hechos recientes, resultan las palabras de Rousseau: “La igualdad de la riqueza
debe consistir en que ningún ciudadano sea tan opulento que pueda comprar a
otro, y ninguno tan pobre que se vea necesitado a venderse”.
Hemos sido sentenciados por
el Tribunal Federal Electoral, sin derecho a fianza, a seis años de regresión, opresión, corrupción
y trabajos forzados, y esto significa, para nosotros, los que no estamos de acuerdo con la
sentencia, una lucha social sin cuartel para defender una democracia que se
desmorona, un patrimonio que desaparece, una soberanía que se remata al mejor
postor y una dignidad nacional que se avasalla, frente a los embates de la
corrupción y el entreguismo, hechos poder.
Independientemente de lo
inevitable de la sentencia, los documentos que la conforman requieren un
profundo análisis jurídico, académico, formal e imparcial, de las voces más
autorizadas.
Estoy convencido de que por
la salud de la República y de sus instituciones y por el futuro de nuestra
democracia, es necesario conocer la
“verdad-verdad” y que las sombras de la duda no oscurezcan nuestro tránsito al
porvenir.
Propongo
por ello, que independientemente de los Tribunales públicos que promoverá
Morena en todos los rincones de nuestro territorio, las más prestigiadas
instituciones de investigación y enseñanza del Derecho en nuestro país, en
donde se encuentra el talento, el rigor académico y la honestidad intelectual
de grandes juristas nacionales y extranjeros, tomen la Sentencia del TRIFE y el
documento que desestima los agravios planteados en las impugnaciones, como caso
de estudio y organicen debates, análisis, mesas redondas, talleres, seminarios,
para someterlos a la más profunda, seria e imparcial de las pruebas. Harían una
gran aportación al bienestar de la Nación y cumplirían con su responsabilidad educativa.
No se debe simplemente
cerrar el expediente, es importante para el mejor futuro de México, que todo se
esclarezca, que se ataque la corrupción en todas sus formas, desde todas las
atalayas y particularmente la que se perpetra amparada por las lagunas o las
interpretaciones sesgadas de la ley y la servil aquiescencia de sus tribunos.
Porque es necesario lograr el imperio de la verdad, porque tenemos que superar
la práctica del engaño y de la manipulación y
“la injusticia de nuestra justicia”; y señalar ante todos, el papel que
ha jugado cada protagonista.
No es válido que la política
envilecida y protegida por leyes que parecen haber sido diseñadas para
legalizar la impunidad, venza a la democracia y sumerja a nuestra Nación en un
pozo sin fondo y en un ejemplo lastimoso de desprestigio internacional.
El pueblo de México tiene derecho
a saber la verdad sin velos ni cortapisa alguna.
Nos esperan seis años de un
futuro oprobioso, que podríamos escribir desde ahora, si bajamos los brazos y
nos dejamos abatir por el desánimo, la depresión o la impotencia.
No será así, seguiremos desde
luego en la lucha, porque ningún mexicano bien nacido debe abandonar al país a
su mala suerte y a su pueblo en la indigencia y la indefensión. Y lo haremos,
contra todo acto que lesione a la Nación o a los ciudadanos, empuñando las armas de la razón, la
inteligencia, la moral, la cultura, la civilidad, y el amor por la patria, para
detener el avance de las nuevas hordas de los “Atilas” de la modernidad, de
quienes se sabe que donde pisa su caballada, por flaca que esté
–y mientras más flaca, como es el caso, con mayor encono-, no vuelve la hierba
a crecer.
“Se puede abandonar a una
Patria dichosa y triunfante. Pero amenazada, destrozada y oprimida, no se le
deja nunca, se le salva o se muere por ella”, decía Robespierre hace más de 200
años y así debemos asumirlo ahora nosotros.
Nuestra actual situación nos
obliga a llamar a la rebelión de las conciencias y a sacudir el marasmo
ciudadano. No podemos convertirnos en un país de resignados, ni de hombres y
mujeres avasallados por los poderes fácticos y las fuerzas fatídicas.
Estamos con el pueblo que
trabaja ardua y honestamente en la lucha por mejores condiciones de bienestar.
Estamos con las mujeres y los
hombres de todos los estratos sociales, que trabajan solidariamente por el bien
común y luchan contrala pobreza y la desigualdad.
Estamos con los jóvenes que
se sublevan ante la injusticia, se rebelan ante la imposición y el
autoritarismo y se oponen con el potente grito de la verdad y la enjundia de su
entrega valiente y desinteresada, a la represión de las ideas y a la manipulación
y la opresión del pueblo.
Estamos por la organización
del pueblo para garantizar, por la vía pacífica, un régimen plenamente
democrático.
Estamos por un futuro de
México, digno de su historia y de su gente.
Estamos por un México libre,
independiente y soberano.
Estamos con Andrés Manuel
López Obrador, por su irrenunciable compromiso por la Patria.
¡Todos con López Obrador!
Javier Jiménez Espriú